Sin más invisibilización, Apurímac se moviliza en el sur y en Lima ante la crisis política que estamos atravesando.
Escribe: Equipo de Aprodeh Apurímac
Apurímac fue una de las primeras regiones en movilizarse en contra del gobierno de Dina Boluarte, quien asumió la presidencia tras la vacancia de Pedro Castillo. La región, donde Castillo ganó con abrumante mayoría, salió a las calles en todas las provincias para reclamar su derecho a ser representados, considerando ilegítima la actuación tanto del Congreso como de quienes ocupan hoy el Ejecutivo.
Las manifestaciones iniciaron con fuerza desde el 10 de diciembre en la ciudad de Andahuaylas y pronto se iban reportando los primeros enfrentamientos con la policía y, así, los primeros heridos. Tras el intento de toma del aeropuerto, la violencia se incrementó y se registraron los primeros fallecidos: Romario Quispe (18 años) y D.A.Q (15 años). La respuesta de las organizaciones sociales fue convocar un paro regional indefinido; sin embargo, junto a las fuerzas en las manifestaciones y en el uso excesivo de las fuerzas del orden social fallecieron 4 jóvenes más: Wilfredo Lizarme (18 años), Jonathan Encino Arias (18 años), R.P.M.L (16 años) y Christian Rojas (19 años). Todos fallecidos a causa de heridas ocasionadas por el uso de armas de fuego o relacionadas a la violencia policial.
Los días que duraron estos enfrentamientos a fines de diciembre del 2022 dejaron múltiples evidencias de un uso desproporcionado de violencia por parte de las fuerzas del orden: uso de armas de fuego, perdigones, detenciones arbitraria, tortura y malos tratos a detenidos, allanamientos a hogares de forma irregulares y otras vejaciones a los Derechos Dumanos. Todas ellas fueron evidenciadas mediante las redes sociales y la conformación de un equipo de abogados voluntarios que fueron tomando las denuncias recibidas de la población, quienes aún no contaban con una orientación legal.
El Ayni
Los últimos días del 2022, se dió una tregua al paro por fiestas, sobre todo para permitir que los comerciantes y negocios no se vean perjudicados. Sin embargo, en enero de 2023 se retomó la lucha. A pesar de que no hubo enfrentamientos tan violentos con la policía como en diciembre, se ha denunciado otros actos de amedrentamiento como las detenciones arbitrarias y criminalización de dirigentes sociales. A pesar de estas acciones, los diferentes frentes de lucha de la región se mantienen firmes en lograr sus objetivos: La renuncia de Dina Boluarte, el cierre del Congreso y el llamado a una Asamblea Constituyente.
Esta nueva etapa de las movilizaciones se ha caracterizado por un nuevo fenómeno: la movilidad de personas de diferentes comunidades y provincias, primero a las ciudades más grandes de la región: Abancay y Andahuaylas y, luego, hacia la ciudad de Lima para hacer escuchar sus demandas desde la capital, tras sentir que no se les escucha desde sus propios territorios.
Desde Apurímac al menos unas 400 personas han viajado hacia Lima para sumarse a la marcha de los Cuatro Suyos en contra del régimen actual. La prensa masiva y los reiterados mensajes a la nación cuestionan a la ciudadanía de dónde provienen los financiamientos para estos viajes y estadías, la respuesta es clara: de la solidaridad del pueblo. En Abancay, delegaciones de Kishuara y Pacobamba hicieron una colecta pública en la ciudad para juntar recursos económicos que sirvan para el trayecto de viaje. A su vez, delegaciones de Antabamba, y Aymaraes, provincia de la actual presidenta, muchos comuneros y campesinos se juntaron en sus principales plazas para recibir y gestionar las donaciones. Hay gente que apoya las mismas convicciones pero no necesariamente participa en las protestas, y apoya al pueblo con donaciones económicas y de alimentos.
Dialogamos con un estudiante abanquino que ha viajado hacia Lima junto a las delegaciones quien sostiene con fervor que “viajó a Lima pensando por la generación de los hijos a futuro, que si hoy no luchamos qué futuro les esperará”. Entonces preguntamos qué consigna los moviliza ahora en su estadía en Lima, y las principales que dijo son “Cierre del congreso, Renuncia de Dina y Basta de corrupción”, pues recordemos que Apurímac es una región con alta extracción minera; sin embargo, lidera las regiones más pobres del país en nivel educativo y sistema de salud integral. Lo que nos demuestra que la juventud y los campesinos tienen razones para exigir que se les atienda con servicios básicos pero de calidad.
Ahora que muchas delegaciones se encuentran en Lima la pregunta ha sido, cómo están alimentándose para sobrevivir cada día, y el joven nos dijo “El amor grande de personas que vienen de provincia y nos dan ese apoyo, vienen con sus ollitas, sus desayunos, sus pancitos, aguita o algo que vayamos a utilizar en la marcha. Otros apurimeños que viven en Lima. Donde estemos por dormir otros departamentos también nos apoyan”.
A pesar de los múltiples cuestionamientos sobre las logísticas de estos viajes, lo cierto es que la autogestión y solidaridad andina, conocida como el AYNI, de quienes están de acuerdo o participan directamente del movimiento social ha permitido que tanta población se mantenga en pie de lucha: desde las ollas comunes hasta las donaciones y colectas que sustentan a quienes viajaron a Lima, es claro que la solidaridad está en la base de las protestas.
Además, es importante detenernos a analizar ¿quiénes asumen el liderazgo de las ollas comunes? Las mujeres andinas son quienes muestran su fortaleza y su resistencia en estos procesos comunitarios de protestas. Son quienes se organizan para ver la manera de recolectar insumos, prepararlos y distribuir los platos para toda la gente que sale de sus territorios y se instala temporalmente en las principales ciudades del sur y en la misma capital de Lima, donde se concentran las instituciones estatales e instituciones de servicios.
Preguntando a miembros de la comisión de alimentos del frente de lucha en Abancay, en el que las señoras encargadas de una olla común mencionaron que la gente está viajando a Lima para “hacerse sentir, hacer presencia, que no es como dice la señora Boluarte que somos un grupo minúsculo que está haciendo el paro….todo el Perú no la quiere como presidenta”, las delegaciones viajan para mostrar que “nosotros existimos, que no somos terrucos”. Además, mencionan que se autogestionan, desde las ollas comunes a los viajes por apoyo de la población, “tenemos nuestras cajas donde personas de buena voluntad colaboran, empresarios, gente de las comunidades, (…) dice que nos financian grandes terroristas, grandes empresarios, mineras artesanales, eso es mentira (…) acá es dinero que están aportando de buena fe”.
Como miembro de las ollas comunes menciona que quienes apoyan de esa manera “no somos terroristas, somos madres que conocemos nuestros derechos”. “Las mujeres acá como madres hacemos ollas comunes, preparando la alimentación mientras nuestros hijos, nuestros esposos, nuestros hermanos están en pie de lucha”. Mencionan además que no desean enfrentarse con la policía “nosotros como madres también sentimos por esos policías que vemos como nuestros hijos (…) de muchas mamitas son sus hijos, son sus nietos, estamos dialogando (…) pero hay policías muy malos que al toque empiezan a amedrentar injustamente, no estamos agrediendo acá. Nosotras pedimos a la policía que nos respete el derecho de hacer el paro pacíficamente”.
Las ollas comunes han sido fundamentales para mantener el movimiento social a flote, alimentando a las personas que protestan durante todo el día. Asimismo, la convicción por la que luchan, al igual que en todo el sur del país, es por la esperanza de que sus demandas logren un cambio para la región. Mencionan que no es posible que en una región con tanta riqueza en minerales, se sigan teniendo tantos niveles de pobreza, baja educación y salud de mala calidad. Su lucha va mucho más allá de un recambio de dirigentes políticos, y es más bien una apuesta por la construcción de una sociedad más justa para todos y todas. Especialmente de aquellos que han sido excluidos por el sistema de gobiernos centralizados durante años y cuyos territorios han sido aprovechados para diversos fines económicos, no obstante, el desarrollo humano ha sido relegado y olvidado.
Publicado originalmente en Pulso Regional